lunes, 10 de octubre de 2005

Sexualidad y erotismo


¿Existe acaso algo más importante para el Hombre que la sexualidad? Sin dudas, no. La sexualidad es "pasión de multitudes" y a veces también se convierte en una desgastante obsesión. Y si yo fuese un ET de visita en nuestro planeta vería fácilmente que la asignatura pendiente de los Humanos aquí en la Tierra es, justamente, su sexualidad. Que por alguna razón cultural existe algo así como un bloqueo de su desarrollo natural.

Y es verdaderamente increíble --e inconcebible también-- que entre los adultos aun hoy en el nuevo milenio la sexualidad siga siendo un tema tabú, oscuro, prohibido... O cuanto menos complicado de abordar... Muchas personas dicen que así es mejor porque se mantiene "el sabor de lo prohibido". Sin embargo, yo creo que detrás de esos velos hay represiones, miedos, prejuicios, ignorancia y oscurantismo, que no sólo exageran e incrementan aún más las fantasías sexuales --que sería lo menos dañino-- sino que además fomentan la enfermedad, las perversiones, la doble moral y la hipocresía, en vez de la salud mental y el desarrollo natural y pleno de las personas. Casi como en la Edad Media.

La sexualidad tiene que ver con el origen de la vida. Tal vez por ello sea tan placentera... Y tal vez por ello es sagrada, bella y pura en su misma naturaleza.

No existen excusas. Nadie --excepto algún religioso ortodoxo-- podría decir que la sexualidad y el sexo es malo o pecaminoso, o que existe un mal uso de él. En todo caso, el mal uso del sexo comienza en la falta de respeto al otro, en la no consideración del otro y sus deseos.

Dios, el Cosmos, o como quieras llamarlo, nos dio nuestra sexualidad como el regalo más hermoso, para la felicidad y el deleite total y absoluto --y no solo para la reproducción de la especie Humana, sino nuestros órganos se desintegrarían o "marchitarían" una vez cumplida esa función...--, para que vivamos en un estado de nirvana permanente. Para que lo gocemos, disfrutemos y lo compartamos generosamente con quienes elegimos amar, ¡y no para que nos avergoncemos o suframos con mandatos, temores y culpas...!


Un abrazo,

Claudio Fimiani
www.clauonline.com.ar
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