Bolas, girnaldas, adornitos, lucecitas, pinitos de plástico.
Cada año que pasa los buenos argentinos -siempre plegándose a pie juntillas a cualquier boludez que nos impongan del Norte- malgastan sus ya decaídos y miserables ingresos en esta parafernalia imbancable que nada tiene que ver con nosotros los argentinos, para que otros argentinos que fabrican esa parafernalia y cotillón, se sienten ciudadanos de primera, se sientan y sentarán en estas Fiestas, una vez más, a degustar delicias y a brindar frente a un generoso banquete, bien lejos de sus empleados y consumidores, tienen mucha, mucha, pero mucha más plata y poder, se hagan mucho, mucho, pero mucho más millonarios y mucho, mucho, pero mucho menos espirituales cada año que pasa.
Pero ojo, toda esta cultura navideña no solo no tiene que ver con nosotros los argentinos, ni siquiera tiene que ver con los sudamericanos!
Y ni aquí ni allá, tiene que ver con el verdadero espíritu navideño, es decir, el nacimiento del Cristo.
Nada más ridículo, patético, absurdo y tragicómico, que ver las publicidades locales con Papás Noeles (o mejor dicho Santas Clauses) enfundados en unos gigantescos abrigos rojiblancos, que en la mitología original fueron ideados para el Polo Norte y lugares con nieve y frío polar, llegando en sus trineos también para nieve, en medio del aplastante y asfixiante veranito porteño.
Para quienes no lo hayan advertido, mi gorro de Santa Claus en la fotito de la portada de mi sitio web personal es más una ironía que una adhesión a semejante payasada mundial.
Pero la cosa no queda en la vestimenta contra el frío polar de este barbudo, ricachón y sobrealimentado superhéroe nórdico, que tantos problemas causa en las ya castigadísimas humildes economías de las familias de bajos recursos económicos. Si fuese así, recreamos un Papá Noél en malla -o bermudas- ojotas y listo!
Pero la cosa no queda en la vestimenta contra el frío polar de este barbudo, ricachón y sobrealimentado superhéroe nórdico, que tantos problemas causa en las ya castigadísimas humildes economías de las familias de bajos recursos económicos. Si fuese así, recreamos un Papá Noél en malla -o bermudas- ojotas y listo!
El tema es que además, y como si fuese poca tanta insensatez, estamos comiendo cada año las cantidades industriales de alimentos suculentos, calientes y con altas calorías que también fueron ideados para aquellas tierras lejanas, nevadas y heladas.
Y qué del arbolito navideño, que es un pino tradicional de aquellas zonas?
Y del cotillón?
Para peor, el otro día, en la casa de una de mis "amigas con derecho a roce", me enredé varias veces con las girnaldas, pelotitas y adornos que su madre había puesto con cuidado y dedicación, en cada una de sus puertas internas y externas.
Y qué del arbolito navideño, que es un pino tradicional de aquellas zonas?
Y del cotillón?
Para peor, el otro día, en la casa de una de mis "amigas con derecho a roce", me enredé varias veces con las girnaldas, pelotitas y adornos que su madre había puesto con cuidado y dedicación, en cada una de sus puertas internas y externas.
Fue en ese momento que me cayó, una vez más, la ficha de toda esta situación, de esta loca puesta en escena esquizofrénica, que por un lado te hace decir a tu vecino, sonriente:
-Hola, Felicidades!
Y, por el otro, ya que la realidad y la verdad siempre acaban por imponerse a la hipocresía, sentimos:
-Ya me tienen las girnaldas por el suelo!
(Continuará...)
-Hola, Felicidades!
Y, por el otro, ya que la realidad y la verdad siempre acaban por imponerse a la hipocresía, sentimos:
-Ya me tienen las girnaldas por el suelo!
(Continuará...)
Un abrazo,
Klau Fimiani
1 comentario:
completamente de acuerdo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Publicar un comentario