martes, 20 de diciembre de 2005

La pureza y sacralidad natural e inherente del cuerpo desnudo

Dios -o como quieran llamar a esa fuerza absoluta y todopoderosa que creó el Universo y sus criaturas- se ha manejado, evidentemente, con un diseño y una ingeniería perfeccionista, que no solo contempla la funcionalidad sino también -atención- la estética y la belleza. Y en el caso del ser humano, fíjense que se ha cuidado de cubrir las zonas más delicadas pero a la vez las más antiestéticas: en su diseño cubrió las formas más groseras, esto es la estructura y el "motor". Obviamente, me refiero al esqueleto, los órganos y los músculos bajo la piel, la cual nos aporta a todos -a quien más, a quien menos- una belleza y una estética que no tendríamos si careciéramos de ella. Para imaginarlo, recuerden el famoso video de Robbie Williams de hace unos años.

Pero también es evidente, que en su supra inteligente criterio de "funcionalidad más estética", no cubrió en absoluto nuestros genitales. Apenas agregó un poquito más de piel sobre el glande, el orificio de la vagina y el ano.


Entonces, si nacemos totalmente desnudos y con los genitales descubiertos esto quiere decir, sin lugar a dudas, que esas partes no son malas, que esas partes no son feas, que esas partes son tan naturales, inocentes, puras, sagradas y estéticamente agradables a la vista, como lo son la boca, las orejas, la nariz, los ojos y todo lo demás. Puesto que de no ser así, Dios, en su infinita inteligencia, se hubiese encargado de cubrirlas. ¿No les parece?


Y esto demuestra también a las claras que nuestra cultura "occidental y cristiana" no solo es antinatural al vestir compulsiva y sistemáticamente al hombre al nacer, sino que además -y lo que es más grave- está en contra de la idea original del propio Dios, nuestro creador y, en cierta forma, nuestro Padre.


Un abrazo,

Klau Fimiani

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