(¡Y también me lo dio a mí...!)
El otro día debatíamos apasionadamente -picadita y birra mediante- con mi amigo, colega y tocayo, Claudio Guitar < www.claudioguitar.blogspot.com > sobre si el llamado "mal aliento" produce cierta... ¿cómo decirlo...? temporal semi impotencia o desgano sexual o no. Más concretamente, yo me refería al barandón, ejem... quiero decir, aliento a cebolla, aunque también podría entrar en esta categoría el ajo... Ambas hortalizas deliciosas para saborear y disfrutar, ¡siempre y cuando uno no vaya a hablarle muy de cerca a nadie que no las haya comido y, menos que menos, darle un beso de lengua a una muchacha que no haya comido lo mismo que uno...!
Aclaro este punto porque creo que es fundamental: si ella comió lo mismo o parecido, por ejemplo ella cebolla y yo ajo o viceversa, o mejor: ella cebolla y yo cebolla o ella ajo y yo ajo, la mágica combinación alquímica se neutralizaría a sí misma impidiendo el "shock aromático-gustativo" y todos contentos. Pasa lo mismo, aunque con mucha menor intensidad, con el cigarrillo y el alcohol. Pero en el caso que yo comentaba, estas condiciones, muy lamentablemente para mí, no estaban dadas...
Imaginen la situación: yo -en mi última adolescencia, unos 27 años- maniático de la limpieza personal como siempre fui y soy y más yendo a ver a una dama, había lavado y recontra lavado mis dientes después de una cena "cuidadosamente liviana en gustos" (léase sin cebolla, ajo ni sus hortalizas derivadas o de la misma "rama" familiar) y ella... bella y hasta ese momento sensual e interesantísima mujer de unos 35 años, bueno, a ella se vé que no le importaba nada de nada, porque era evidente que antes del encuentro -ella me invitaba una vez más a un hotel alojamiento de lujo para tener realmente muy buen sexo, aunque debo decir que yo a esas alturas estaba un poco aburrido por cierta rutina, con lo cual el menor detalle negativo me deserotizaría sin mucho esfuerzo y ella esa noche no hizo precisamente lo que podríamos denominar "mérito" para volver a seducirme...- a juzgar por su aliento y sabor, se había deglutido unas cuantas cebollas... ¡CRUDAS!
Y esa, fue la primera de las dos únicas veces en toda mi vida que a mi "amigo" le costó ponerse en pie, para decirlo de alguna manera...
Pero la cosa no termina ahí... La muy... ¿cómo llamarla? porque realmente cara dura o indolente es poco... la muy perversa, la muy sádica, ante mi falta de entusiasmo, mi vergüenza ajena y a la vez un excesivo respeto básico por las personas -que ella a esa altura de la relación conocía muy bien- que me impedía enrostrarle el verdadero motivo de mi desgano, empieza a hacerme bromitas sobre mi rara inapetencia sexual, mientras seguía arrojando sus "verdaderos fogonazos de cebolla cruda", como un dragón. E intentando sin éxito embocar nuevos besos apasionados en mi castigada boca que yo a esas alturas esquivaba como a la peste, mientras ya empezaba a tomarle cierto odio a esta mujer.
Pero lo peor de lo peor, fue el cínico remate:
La mujer, descendiente de españoles, se levanta impetuosamente y va al baño y vuelve en seguida sonriendo casi con complicidad, casi guiñándome un ojo y vociferando a los cuatro vientos:
La mujer, descendiente de españoles, se levanta impetuosamente y va al baño y vuelve en seguida sonriendo casi con complicidad, casi guiñándome un ojo y vociferando a los cuatro vientos:
-¡Ey, mirá qué buen equipito de cepillo de dientes y dentífrico que dan en este hotel...! ¡Yo me lo llevo a casa...!
Y mientras decía esto, guardaba rebosante y plena de alegría, dicho equipito en su cartera. Y volvió al lecho casi danzando.
En ese momento, sentía yo que el odio me consumía. Y aún así, era tan boludamente respetuoso -ahora aprendí a serlo un poco menos en casos extremos- que no podía decirle los verdaderos motivos de lo que me estaba pasando, yo que siempre había sido con total orgullo el Macho Super Potente. Pero bueno, era tanta la verguenza ajena que sentía, que me la banqué y le dije que era yo, que estaba muy cansado, que había laburado mucho, que me dolía la cabeza y cosas así... generando otra andanada de bromas e ironías.
Pero pónganse en mi lugar... ¿Cómo iba a decirle a la persona que hasta esa noche había sido una honorable dama, con la que habíamos tenido muy buen sexo y, lo más importante, una mejor relación de compañerismo y amistad personal, siempre con la mejor de las ondas y con muchísimo respeto, algo así como "Mirá negra, sabés que yo te quiero mucho, pero la verdad es que la increíblemente descomunal y asquerosamente agresiva baranda a cebolla que tenés esta noche me produce tales náuseas que no solo ya no tengo más ganas de tener sexo -y eso que como siempre, hasta darle el primer beso tenía muchas- sino que si no hago un ejercicio de control mental ya mismo, estoy a punto de vomitar...", lo cual era absolutamente cierto? Era eso o mentir. Y yo elegí mentir.
A todo esto, mi amigo, colega y tocayo Claudio Guitar, me dice ante mi total asombro y petrificación:
-¿De verdad no te calienta el olor a cebolla...? ¡No lo puedo creer! ¡Para mí es una de las pocas cosas que más me excita...! ¡En serio! ¡El aliento a ajo y a cebolla me ponen al palo!
Yo, aturdido y como tratando de entender lo inentendible, le repregunté:
-Claro, pero vos decís cuando AMBOS los comen JUNTOS, lo cual con un poco de imaginación y fantasía, en el mejor de los casos hasta puede llegar a ser un afrodisíaco... Y aunque es cero erótico, ¡al menos nos comimos una rica ensaladita! ¿Cuál es, no?
A lo que me responde:
-¡No! ¡Aún si es solo ella la que lo comió por su lado y nos encontramos después de la cena...!
Yo, sabiendo que estaba tratando con un humorista profesional y un gran bromista aficionado, insistía con que se dejase de joder, que ya está, que como chiste estaba bien -¡aunque hasta como chiste me resultó poco creíble!- pero que no la siga con eso... ¡que ya sonaba insensato, vamos!
Pero él sostuvo hasta el último momento su para mí increíble posición. Y fue para mí tan pero tan graciosa su confesión, que lo desafié a publicarlo en su blog, si realmente hablaba en serio. ¡Y así lo hizo!, para mi verdadera y auténtica sorpresa. Entonces, yo no pude ser menos y aquí sostengo también en forma pública mi posición -opuesta- al respecto.
Y para mi muy excéntrico amigo, colega y tocayo, Claudito Guitar, ¡vaya pues todo mi aliento!
Un abrazo,
Un abrazo,
Klau Fimiani
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