lunes, 2 de noviembre de 2009

Mi ex, Claudia, la del pullover amarillo patito

Quienes me conocen bien saben que soy un agradecido. Un agradecido de la vida, de Dios y todo lo que la existencia me dio: unos padres inmejorables y lo más amorosos e incondicionales que un ser humano tiene capacidad de ser (y te juro que no exagero), una buena familia, decente y sana, y decenas de mujeres... no solo bellas por fuera sino lindísimos seres humanos en su interior también.

Y tuve la suerte que pocos hombres han tenido, de que muchas de estas mujeres ejemplares -siendo yo nadie, un cero total a la izquierda, sin un proyecto, sin nada- me han propuesto en su momento matrimonio y formar una familia. A mí, que casi no tenía un peso, que trabajaba a duras penas y que solo quería de la vida sexo y diversión. Sí, lo sé: era -y sigo siendo- un buen tipo, tal vez como pocos queden en el mundo, sé que eso vale mucho, ¿y para qué pecar de falsa humildad? la verdad es que también era bastante facherito. Pero bueno. Ellas no solo eran buenas tipas, con un corazón enorme, y muy bonitas, sino que hacían muchísimas cosas productivas con sus vidas, que yo ni siquiera había intentado o imaginado. La mayoría eran estudiantes universitarias, laburaban todo el día, y además tenían tiempo y energía para dedicarle a sus padres, familias y para salir a divertirnos...

En este post quiero recordar -y homenajear- a una de ellas, que tuve la suerte de conocer allá a mediados de los '90s.
Se llamaba Claudia. Sí, ya sé que salí con media docena de Claudias...

Para que te ubiques, es la del pullover color amarillo patito... sí, la rubia, la cordobesa, la señorita maestra de primaria que sus alumnos adoraban tanto como a sus propias madres... Miss sonrisa, Miss poeta... Ese Angel casi virgen que Dios puso en mi camino de pecador. Así la llamaba yo a veces: "mi angelito"...

Hoy pienso... qué tipo estúpido e inmaduro que fui. No solo con ella, sino en toda esa época de mi vida... Hizo muy bien en irse enojada de un portazo y no llamarme más, porque realmente me lo merecía. Y porque realmente no la merecía...

Ella, quien me llamaba a cada rato para recordarme que me quería y que con su dulce voz de niña me cantaba canciones románticas por teléfono y algunas me las dejaba grabadas en el contestador automático para que las escuche cuando volviese del laburo, un día me hizo un planteo, una propuesta concreta: formalizar la relación, armar un proyecto con miras a formar una buena familia en el futuro. Yo, muerto de miedo y muy cagón, le dije que no quería formalizar -ni con ella ni con nadie- por decenas de motivos que traté de inventar en el momento: básicamente que no quería compromisos, que solo quería sexo y joda -lo cual era cierto, en parte-, pero el vardadero motivo -que obviamente jamás le dije- fue... su sweater color amarillo patito, que además lo usaba bastante seguido... Yo, tan rocker y "canchero" como me jactaba de ser, no podía siquiera concebir que una chica que fuese mi novia-novia, mi novia posta, se vistiese así...

Los años siguientes la busqué en Internet varias veces, para darle el "sí" que en aquel momento no tuve los cojones para darle. Jamás la encontré. Seguramente debe estar felizmente casada y con muchos hijos y debe ser muy feliz, porque era una mujercita fuera de serie, ideal, casi soñada...

Pero en aquel momento fui ciego, cobarde y pendejo y cuando se alejó de mí enojada, llorando descorazonada y decepcionada, me sentí la basura más grande del Universo y pensé: "Pobre... Pero no importa, pronto voy a encontrar otra tan linda y buena mina como ella. ¡Y que se vista con más onda...!".

Después de ella vinieron decenas de mujeres lindas y copadas, sobre todo sexys y que vestían muy bien y con toda-la-onda-del-mundo. Muchas me propusieron lo mismo que ella, pero siempre por algún motivo, ninguna me convencía lo suficiente como para imaginarme toda la vida junto a alguna de ellas. Siempre le encontraba algún defecto insalvable a todas. Siempre. Me acuerdo que mi vieja me cargaba por eso: "¡Pero a todas les encontrás un defecto insalvable vos...! ¡así no te vas a poner de novio en serio nunca...!", me decía con mucho sentido común...
Pero ahora, después de tantos años -y por algo debe ser- recuerdo por sobre las demás a Claudita, a esa Claudita (entre media docena de otras Claudias con las que salí), la del pullover color amarillo patito, la de la voz de niña dulce, la rubia de ojazos de cielo celeste y sonrisa de Buddha, esa sonrisa llena de gracia y de vitalidad, que pocas veces un hombre tiene la dicha de contemplar en su vida, la chiquilla inocente que desbordaba alegría, magia y vida...

En realidad -lo veo ahora claramente- era ella la que estaba a años luz de mí, varias vidas más evolucionada que yo, pequeño cavernícola egocéntrico e infantil...

Y en realidad sí sé porqué mi memoria de todas las buenas mujeres que conocí, se quedó con ella, porque ella -con su sweater color amarillo patito y todo- además de ser un ser humano fuera de serie y una mujer virtuosa, fue un ser iluminado, una pequeña Maestra, que la existencia puso en mi camino para despertarme. Pero en ese entonces yo preferí seguir soñando, regodeándome en mi propio eguito de machito cojedor...
Pero claro, necesité cojerme a 200 minitas hermosas y con-toda-la-onda-del-mundo (pero totalmente intrascendentes) para llegar a valorar muchos años después a la que fue en mi vida, simplemente, una mujer con mayúsculas.

Un abrazo
Klau

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