Hubo dos amiguitos o compañeritos de la infancia que recuerdo con entrañable cariño, antes que a cualquiera de los otros: Bárbara García (ahora productora de TV) y su hermano Camilo (ahora músico de rock y ex panelista y reportero del programa Intrusos).
Con ellos, dos chicos divinos y buenísimos, compartimos no solo juegos, tardes viendo la tele en su casa de Haedo o en la mía de Congreso, idas al teatro San Martín, a concursos de manchas (pinturas) en las plazas, títeres, pizzerías, paseos varios por la ciudad de Buenos Aires y por Haedo, etc., de la mano de mi querido hermano Enrique -a quien en casa llamábamos el Nene y a quien sus amigos le decían Quique- y a veces también de su madre Rocío o de su amigo Tato, sino que también compartimos tardes angustiantes, mucho miedo, a veces unos panes como toda merienda durante horas y horas, sentados en las callecitas internas de su monoblock, golpear la puerta -Camilo con casi 3 años y yo con 8- sabiendo que íbamos a ser ignorados o con suerte abrirían para retarnos, darnos otro pan y decirnos que sigamos esperando, ya que por esos trágicos tiempos -mediados de la década del 70- mi queridísimo hermano -una de las personas más buenas que conocí en este mundo y casi un segundo padre para mí-, la madre de Bárbara y Camilo, y otros amigos de mi hermano y su madre, militaban en el E.R.P. -de lo cual nos enteramos varios años después, cuando nuestro padre lo empezó a buscar...-, se reunían en su casa de Haedo a discutir y tomar desiciones obviamente en secreto y a puertas y ventanas cerradas y al poco tiempo, todos fueron "desaparecidos".
A continuación, la nota que Clarín le hizo a Bárbara hace unos meses a raíz de la película donde cuenta con valentía parte de su (¿nuestra?) trágica infancia:
Clarín Espectáculos
Con ellos, dos chicos divinos y buenísimos, compartimos no solo juegos, tardes viendo la tele en su casa de Haedo o en la mía de Congreso, idas al teatro San Martín, a concursos de manchas (pinturas) en las plazas, títeres, pizzerías, paseos varios por la ciudad de Buenos Aires y por Haedo, etc., de la mano de mi querido hermano Enrique -a quien en casa llamábamos el Nene y a quien sus amigos le decían Quique- y a veces también de su madre Rocío o de su amigo Tato, sino que también compartimos tardes angustiantes, mucho miedo, a veces unos panes como toda merienda durante horas y horas, sentados en las callecitas internas de su monoblock, golpear la puerta -Camilo con casi 3 años y yo con 8- sabiendo que íbamos a ser ignorados o con suerte abrirían para retarnos, darnos otro pan y decirnos que sigamos esperando, ya que por esos trágicos tiempos -mediados de la década del 70- mi queridísimo hermano -una de las personas más buenas que conocí en este mundo y casi un segundo padre para mí-, la madre de Bárbara y Camilo, y otros amigos de mi hermano y su madre, militaban en el E.R.P. -de lo cual nos enteramos varios años después, cuando nuestro padre lo empezó a buscar...-, se reunían en su casa de Haedo a discutir y tomar desiciones obviamente en secreto y a puertas y ventanas cerradas y al poco tiempo, todos fueron "desaparecidos".
A continuación, la nota que Clarín le hizo a Bárbara hace unos meses a raíz de la película donde cuenta con valentía parte de su (¿nuestra?) trágica infancia:
Clarín Espectáculos
CINE: EL RODAJE DE "LA CARTA DE BARBARA"
Memorias de los años oscuros
Ramón Lluis Bande, realizador asturiano, está filmando aquí la historia de Bárbara García y su madre desaparecida.
EN RODAJE. El director Ramón Lluis Bande observa en el monitor la marcha de Bárbara García por un anden de la estación de Haedo. (Lorena Lucca)
Miguel Frías
mfrias@clarin.com
Estación Haedo; atardecer cualquiera: Bárbara García camina por el andén a paso lento, la mirada en un cielo recortado por casitas bajas. El camarógrafo del realizador asturiano Ramón Lluis Bande la acompaña en un plano largo. La memoria de Bárbara, que ahora vive en La Horqueta, va recobrando el barrio de su infancia. "Rubia, qué buena estás", brama un tipo de pocos dientes y gorrita desde un vagón al borde de explotar, enfrente. "¿En qué programa sale?", grita, mientras el tren arranca entre bufidos y quejidos metálicos.
¿Qué responderle? Si el montajista y el director lo deciden, saldrá en La carta de Bárbara, filme que rescata la memoria Rocío Angela Martínez Borbolla: maestra asturiana, profesora de sociología en Filosofía y Letras, delegada de CTERA, dirigente del ERP secuestrada y desaparecida el 13 de junio de 1976. La madre de Bárbara.
"Entraron en mi casa acá en Haedo y yo, que tenía 8 años, intenté escaparme con mi hermano de 3 (Camilo García, ex panelista de Intrusos). Pero la ventana no se abrió; eso, tal vez, nos salvó la vida. Se llevaron a mamá, saquearon, y a nosotros nos dejaron con unos vecinos que, a la vez, tomaron contacto con mi papá y mis abuelos." Bárbara jamás supo nada sobre su madre. Nada: ni siquiera confirmó su probable paso por algún campo de concentración.
"Cuando se la llevaron, yo era consciente de todo. Mi casa era centro de reuniones del ERP; mi mamá editaba El combatiente. Incluso, ordenando, encontré armas y ella se quedó helada. Me sentía una más de ellos. Durante mucho tiempo me pregunté por qué mamá estaba desaparecida y yo no. Esa idea me torturó toda la vida. La busqué por las mías, sin pertenecer a ningún organismo de derechos humanos." Durante años, Bárbara —que trabajó como productora de televisión, radio y cine— fantaseó con la idea de hacer algo con la historia de su madre. Hasta que este año supo que el gobierno del Principado de Asturias estaba interesado en producir un filme con la historia de Rocío, cuyo padre había escapado de España tras haber sido preso político del franquismo.
"Recibí un e-mail de Ramón, contándome que él iba a dirigir la película. Me pidió que le enviara una carta con mi historia. Sentí temor, que no podría escribir bien. Al final, quedó como el hilo conductor de la película." El primer encuentro fue en Asturias. A Bande le gustó el estilo de Bárbara, su tranquilidad, su distancia para relatar episodios que —para él, en cine— no requieren un énfasis suplementario. "Quiero evitar la sobreexplotación emocional: no me interesa generar sensaciones instantáneas y efímeras —explica el director—. Prefiero la reflexión: cruzar docu mental y ficción. Bárbara cuenta su historia y recorre sitios del pasado. Aquí no hay guión literario, pero se va generando una trama y existe una puesta en escena."
El realizador rescata varias películas argentinas vinculadas con los desaparecidos. "Me gustaron mucho Garage Olimpo (de Marcos Bechi), H.I.J.O.S, el alma en dos (de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini) y, sobre todo, Los rubios, de Albertina Carri. Albertina, a quien he podido conocer en Buenos Aires, le da un tratamiento novedoso al tema. La carta de Bárbara tiene puntos en común con Los rubios."
Volver a su casa natal, a su vieja escuela y a otros sitios de su infancia no está siendo fácil para Bárbara.
"Son días terriblemente fuertes, movilizadores. Pero los años de terapia y el laburo interno me ayudaron. Tengo ganas de contarle al mundo sobre la militancia de mi madre, sobre lo que pasó, sobre la batalla que vengo dando; los años de marginación, de ocultamiento obligado. Me gustaría que el Estado español también se hiciera cargo de sus ciudadanos desaparecidos." Alguna vez, en San Isidro, le recordaron "los muertos de ambos lados". "Y yo les respondí que, una de las diferencias, es que no puedo visitar los restos de mi mamá. Que nadie me dijo todavía dónde está. Esta película es una buena forma de encontrar ese lugar, de evocarla."
Desde acá vayan mis felicitaciones para mi querida amiguita de la infancia.
Y aquí el link a la nota original:
http://www.clarin.com/diario/2006/12/30/espectaculos/c-01101.htmUn abrazo,
Klau Fimiani